jueves, 7 de octubre de 2010

Fragmento


Fragmento de "La Tempestad" de William Shakespeare

"FERNANDO [viendo a MIRANDA]
Sin duda, la diosa
por quien suena esta música. - Ten a bien
decirme si habitas esta isla
e instruirme sobre el modo como debo
proceder estando aquí. Mi primera súplica,
aunque última, es: ¡Oh, maravilla!,
¿eres o no una muchacha?
MIRANDA
Maravilla, ninguna,
pero sí una muchacha.
FERNANDO
¡Mi idioma! ¡Dios santo!
Sería el primero de todos sus hablantes
si estuviera allí donde se habla.
MIRANDA
¿Cómo? ¿El primero?
¿Qué serías si te oyera el rey de Nápoles?
FERNANDO
Un pobre solitario que se asombra
de oírte hablar del rey. Él me oye,
y porque me oye, lloro. Ahora el rey soy yo,
y mis ojos, desde entonces sin reflujo,
vieron el naufragio de mi padre.
MIRANDA
¡Qué dolor!"
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"MIRANDA
¿Por qué se pone tan áspero mi padre?
Éste es el tercer hombre que he visto
y el primero que me hechiza. ¡La compasión
incline a mi padre de mi lado!
FERNANDO
Ah, si eres doncella,
y a nadie has dado aún tu corazón,
yo te haré reina de Nápoles.
PRÓSPERO
Sígueme. - Tú no le defiendas: es un traidor. -
Te voy a encadenar los pies y el cuello.
Beberás agua de mar; te alimentarás
de moluscos de agua dulce, raíces resecas
y cáscaras de bellota. ¡Sígueme!
FERNANDO
¡No! No voy a soportar este trato
mientras mi enemigo no tenga más poder.
Desenvaina, y un hechizo le detiene.
MIRANDA
Querido padre,
no le juzgues con tanto rigor,
pues es noble, y nada cobarde.
PRÓSPERO
¡Cómo! ¿Me va a instruir el piel?.
Envaina ya, traidor, que alardeas,
pero no atacas, con esa conciencia
tan culpable. No sigas en guardia,
pues con mi vara puedo desarmarte
y hacer que sueltes la espada.
MIRANDA
Padre, te suplico...
PRÓSPERO
¡Fuera! ¡No te cuelgues de mi ropa!
MIRANDA
Apiádate, padre. Yo respondo por él.
PRÓSPERO
¡Silencio! Si dices otra palabra,
te reñiré, y aun te odiaré. ¡Cómo!
¿Abogada de impostor? ¡Calla!
Porque sólo has visto a él y a Calibán
te crees que no hay otros como él. ¡Necia!
Al lado de otros hombres, él es un Calibán,
y a su lado, ellos son ángeles.
MIRANDA
Mis sentimientos son humildes.
No deseo ver a un hombre más apuesto.
PRÓSPERO [a FERNANDO]
Vamos, obedece.
Tus fibras han vuelto a su infancia
y no tienen fuerza.
FERNANDO
Es verdad.
Como en un sueño, mi ánimo está encadenado.
La muerte de mi padre, esta debilidad,
el naufragio de mis amigos y las amenazas
del que ahora me somete no son una carga
mientras una vez al día, desde mi cárcel,
pueda ver a esta muchacha. Dispongan los libres
del resto del mundo. En mi cárcel
ya tengo bastante espacio."
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"FERNANDO cargado con un leño.
Hay juegos fatigosos, mas el esfuerzo
destaca el placer que nos dan; algunas bajezas
se soportan noblemente, y lo más pobre
acaba en riqueza. Mi humilde labor
me sería enojosa y detestable
si no fuera por mi amada, que da vida
a lo muerto y placer a mis trabajos.
Ah, ella es diez veces más dulce que su padre,
agrio y hecho de aspereza. Cumpliendo
su dura orden, he de llevar varios miles
de estos leños y apilarlos. Mi amada llora
de verme trabajar y dice que esta servidumbre
nunca tuvo tal criado. Me entretengo;
mis gratos pensamientos me reaniman,
y más activo estoy si me distraigo.
MIRANDA
¡Ah, te lo suplico,
no trabajes tanto! ¡Así fulminase el rayo,
esa leña que debes apilar!
Anda, déjala en el suelo y descansa.
Cuando arda, llorará por haberte fatigado.
Mi padre está con sus estudios. Anda, descansa.
Estarás a salvo de él tres horas.
FERNANDO
Mi dulce amada, se pondrá el sol
sin que yo haya cumplido mi tarea.
MIRANDA
Siéntate y, mientras, yo llevaré la leña.
Anda, dame eso; yo lo llevo al montón.
FERNANDO
No, celestial criatura. Me romperé
las fibras y me partiré la espalda
antes que por mi holganza tú te humilles.
MIRANDA
Tan propio sería de mí como de ti,
y yo lo haría con más facilidad,
pues mi ánimo es propicio, y el tuyo, adverso."
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"MIRANDA
Estás cansado.
FERNANDO
No, noble amada: para mí sería la aurora
si de noche estuvieras a mi lado. Y ahora, dime,
para que pueda nombrarte cuando rezo.
¿Cómo te llamas?
MIRANDA
Miranda. - ¡Ah, padre!
¡He violado tu orden al decirlo!
FERNANDO
¡Admirable Miranda,
cumbre de toda admiración, que vales
lo que el mundo más estima! He mirado
a muchas damas bien atento, y muchas veces
la armonía de su voz ha cautivado
mis ávidos oídos. Por diversas virtudes
me han gustado diversas mujeres; ninguna
con tal ceguera que no viese algún defecto
en riña con sus más nobles encantos
hasta dejarlos vencidos. Pero tú, ¡ah, tú!,
tan perfecta y sin par, fuiste creada
de las bondades de todas.
MIRANDA
No conozco a nadie de mi sexo,
ni recuerdo un rostro de mujer, salvo el mío
en el espejo; y que pueda llamar hombres,
yo no he visto más que a ti, buen amigo,
y a mi padre. Ignoro cuál sea la figura
de otras gentes, mas, por mi pureza,
joya de mi dote, en el mundo no deseo
más compañero que tú; y a ninguno
puede dar forma la imaginación
que me guste más que tú. Pero hablo
demasiado, y no obedezco
los preceptos de mi padre.
FERNANDO
Por mi estado soy príncipe, Miranda,
quizá rey (ojalá no), y no menos me repugna
esta servidumbre de leñero que dejar
que la moscarda mancille mi boca. Te hablo
con el alma: apenas te vi, mi corazón
fue volando a tu servicio, en el que permanece
hasta hacer de mí un esclavo. Por ti
soy un leñero tan sufrido.
MIRANDA
¿Me quieres?
FERNANDO
¡Cielos, tierra! Dad fe de mis palabras
y, si digo la verdad, premiad con buen suceso
cuanto afirmo; si miento, traed
el mal a lo mejor de mi futuro:
más allá de los límites del mundo
yo te quiero, estimo y venero.
MIRANDA
Soy tonta llorando por lo que me alegra.
PRÓSPERO [aparte]
¡Qué bella unión de excelsos amores!
¡El cielo derrame gracia
sobre lo que nace entre ellos!"

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