miércoles, 14 de septiembre de 2016

La eterna espera

La eterna espera sobre hormigón gastado y embarrado, 
de un rincón olvidado, olor a tierra y alquitrán. 
Juegan sobre el pedregullo rancio e infectado, 
las manitas sucias de los descendientes del dolor. 
Juegan a descubrir algo nuevo, que sin embargo es antiguo y obsoleto. 
Rechinan los viejos altavoces por algún cortocircuito, 
aún mas añejo que las colillas enterradas bajo mas mugre de ciudad. 
En sus caras, una patética expresión de aceptación a las adversidades que su agotadora rutina les presenta. 
Queriendo ser parte de una retrógrada costumbre de alienación, 
mientras que un par de cerebros mas dichosos, se aíslan en una virtual caricia con la lejanía. 
El olor a semillas tostadas y pegoteadas con tierra y sudor ajeno, 
tapan el aroma de algún desodorante barato y potente, 
que alguien eligió de una oxidada góndola de mercadito de terminal, 
terminal de eterna espera. 
Espera por retornos, espera por abrazos, espera por olor a hogar, 
o largos viajes interminables, junto a perros de añeja sarna y pulgas de antaño. 
Junto a niños de manos limpias y ropa nueva, con rezagos de un mercado que no siente ni perdona, 
de cabezas que no llegan a sacar la cabeza del agua, ni volar un poco mas allá. 
Personajes que se acumulan y otros que desfilan en el bullicio de la eterna espera.

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