La mirada puesta en la presión de mis palabras, que no se si tengo, o secuestro de los mas pequeños detalles de la ciudad.
Y de ellas colgaré todos los momentos de soledad, todos los pesares que no se tapan con muecas.
La ansiedad de buscar, la esperanza de encontrar, se pierden en una pena eterna, que hunde, que golpea en el estómago.
Y con el pecho inflado, miro cada baldosa floja que esquivo, rozo el suelo con los ojos, atrapo charcos con lágrimas. Se escapa una sonrisa desubicada y se vuelve a esconder.
Y sucumbo frente a la histeria de mis entrañas, cayendo desplomada sobre el colchón destendido, para dejarme llevar por los sonidos de la noche, por el rechinar de la ausencia, por el derrame de la tinta en el papel y en mi piel.
Sólo así puedo verte, respirarte. Dejar caer los párpados, y observar.
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